Empezar un proyecto sabe a desafío, todo aparece desordenado cuando una se anima a soñarlo.
Me preparo para planear y a la vez cambiar el rumbo más de una vez.
Comenzar por buscar el objetivo : iniciar el tejido de una trama sin fin, abrir los ojos y ver a las personas,escuchar historias, conocer realidades diversas, conectar con creadoras y creadores que guardan la memoria ancestral en sus manos, pero también encontrar a quienes representan una cultura urbana que evocan los orígenes para manifestarlos una y otra vez de modos diferentes con un mismo objetivo: expresarse en colores, texturas y diseños marcados por lo originario, lo natural, lo auténtico.
La visibilización de las manifestaciones culturales genuinas en permanente transformación algunas y en su estado primitivo, otras, es un camino desordenado, dispar, desigual, muy ligado a las diferencias de las diferentes regiones del noroeste del país que es el lugar donde puse mi atención, aparecen y conviven particulares, asociaciones, fundaciones, según la etapa política que vivamos aparece o desaparece el Estado como organizador y facilitador de la difusión de las producciones de artesanas y artesanos.
La desigualdad en el acceso de las comunicaciones y el mundo virtual dejan a algunas personas en un estado de mayor vulnerabilidad y aunque la venta de artesanías es en algunos casos, su medio de vida, para que realicen una venta se tienen que dar muchos factores a favor que no siempre están.
Así sucedió con Dionisia.
Ella es artesana, telera del noroeste de Salta. Tiene 31 años,madre de tres hijas y mientras nos comunicábamos tuvo su primer hijo varón. La mamá, está a su lado, haciendo la red necesaria para sobrevivir, maternando juntas.
Dionisia realiza piezas con fibra de jaguar, una planta que crece en la zona y abastece de materia prima a las tejedoras.
Acceder a ella implica todo un esfuerzo, a veces, caminatas largas.
El proceso que transforma las hojas en fibras para el tejido, es un largo camino que además implica el teñido con tintes naturales sacados de hojas, raíces, cáscaras, semillas de otras plantas.
Con este material Dionisia y otras mujeres de la comunidad wichi traman sus redes de sueños, dejan que el alma les muestre el camino, confían y creen aunque sus vidas se vean afectadas no sólo por la naturaleza sino por las obras que pretenden encerrar las aguas del Pilcomayo, no sólo por la naturaleza, sino por los negocios y la ambición sin límite que provoca desastres.
En la ciudad de Buenos Aires, los noticieros no lo muestran, eso no quiere decir que no pase.
Las personas se refugian en el monte cuando suceden los desbordes del río. Hacen falta, agua potable y un plástico grande que les cubra la paciencia.
Frente a esto, las fuerzas pequeñas se unen y generan las salidas provisorias que eviten tragedias, donaciones y organización para sobrevivir.
Dionisia charlaba conmigo por wasap cuando había señal de wifi, ya le había señado hermosas piezas y estábamos tan contentas.
Me mandó la foto de su hijo recién nacido. La de su mamá.
Hoy quedamos incomunicadas, ella sabe que yo iba a contar su historia y lo había autorizado. Sé que estaban bien después de la inundación porque llegó a decírmelo pero todavía no reanudamos el diálogo una vez más.
Sus obras, son muy bellas. Quizás algún día me lleguen y encuentren un lugar en esta tienda y el arte de Dionisia encuentre el cobijo que merece.